Ayuda a tu hijo a disfrutar más de la competición.

La competición es fuente en ocasiones de problemas familiares y personales. Una de las muchas misiones que tienes como padre o como madre es ayudar a tu hijo a disfrutar más de la competición. Desde mi punto de vista, creo que es una gran oportunidad para seguir aprendiendo, para mejorar su educación, y sobre todo para divertirse. Claro, siempre y cuando esté bien enfocada.  De lo contrario, efectivamente las buenas intenciones dan paso a un buen número de conflictos. Aprende en este artículo algunos 3 errores habituales y 7 consejos para ayudar a tu hijo.

 

La competición mal enfocada.

Primero te hablaré de algunos de los errores que he encontrado lo largo de mi experiencia trabajando tanto con deportistas como con familiares y con entrenadores. Estos aspectos que te voy a comentar son realidades que en ocasiones han acabado aprendiendo a gestionarse bien y que en otras han llevado al abandono, tristemente, de la competición. Lo cierto es que son demasiado habituales, y quizá en estos momentos más

 

  1. El error número uno es centrarse en el resultado. A diferencia de la vida, el deporte tiene siempre un resultado final. Una persona no puede medir con un número su nivel como amigo, como padre o como pareja. Sin embargo, en el deporte sí. Siempre hay un número final que puede hacerte creer que indica el nivel del deportista. Evidentemente el resultado es una consecuencia, pero no obligatoriamente de lo más importante. Es curioso, porque en estos más de 20 años entrenando deportistas, jamás me he encontrado a un padre o un entrenador que me diga que lo más importante es ganar. En cambio, la mayoría de los problemas vienen justamente cuando llegan las derrotas. Como ya has visto en otros artículos de este blog, enfocarlo todo al número final es un error, y lo único que puede generar es presión y frustración para el deportista.

 

  1. Otro error bastante habitual que se produce entre el entorno del deportista, es considerar que no se pueden tener malos días. ¿De verdad hay alguien no haya tenido nunca un mal día en su trabajo, con su familia o conduciendo? Creo que todos somos conscientes de que esto nos pasa habitualmente. Y a un deportista le sucede exactamente igual. Por eso, entender que una de las cosas más bonitas que tiene el deporte y la vida es que suceden cosas inesperadas, nos puede ayudar muchísimo a sufrir menos compitiendo y aprovechar todo lo positivo que nos brinda.

 

3. El último error que quería comentarte  es considerar la competición como un fin. Cierto es que, en la televisión, cuando vemos deportistas profesionales, estamos viendo “lo más importante” de ese deporte". Los que somos muy fans de un equipo de fútbol, justificamos un mal partido o incluso haber ganado por un error arbitral, con tal de que el resultado nos favorezca. Pero te insisto en que lo que ves en la tele no es deporte, es espectáculo. En el deporte de base y en el deporte formativo, la competición tiene que ser un medio más para seguir aprendiendo y sobre todo educándose. ¿Acaso hay algo más importante para un chico o una chica que una buena educación? Desde mi manera de entender el deporte, la respuesta es no. Y ésto no está en contra de que un deportista debe aspirar siempre a lo máximo.

Pequeños cambios, grandes resultados.

Para que algo suceda, algo tienes que hacer. Si estás viendo a tu hijo o hija que cada vez sufre más dentro de una pista o un campo deportivo, tienes que valorar qué cambios puedes realizar para que esto no vaya a más. Desde luego, como padre de deportista, tienes muchísimo campo de acción y muchísima capacidad de ayuda para sumarle la tranquilidad o el disfrute que te gustaría. Te enumero ahora algunos consejos que he ido aplicando en casos muy parecidos a este y que cuando se han sabido llevar a cabo han traído muy buenas consecuencias.

  1. Deja de hablar del resultado.

Este primer consejo es muy claro, deja de hablar con tu hijo o hija del resultado. Al menos no lo hagas durante los primeros 10 minutos de conversación tras un partido. Habla de otras cosas, porque de esa manera le estás ayudando a entender que lo más importante no es como ha quedado, si no como ha jugado. Es muy habitual cuando un familiar no ha visto un partido y habla con el niño o niña, que la pregunta sea "¿cómo has quedado?". ¿De verdad crees que así le vas a hacer entender que lo menos importante es el resultado? Encuentra de qué puedes hablar referente a la competición que no tenga que ver con el resultado final, tanto si ha sido positivo como si ha sido negativo.

  1. Ayuda a marcar objetivos dirigidos a la mejora personal.

Los objetivos de rendimiento dependen del nivel del deportista. En cualquier caso, tienen que ser objetivos que dependan solamente de él y que no influyan de una manera directa en el resultado final. Te voy a poner el ejemplo de un jugador de tenis de nivel medio en España de edad juvenil con el que estoy trabajando actualmente. Acordamos con su familia y con él mismo fijarnos en 5 puntos de valoración referidos a la mejora personal y actitudinal.

 

  1. a) preparar todo el material la noche antes de la competición. De esta manera trabaja la responsabilidad.
  2. b) llegar con tiempo al partido y realizar un calentamiento físico de unos 30 minutos. Así logra mejorar los hábitos.
  3. c) botar la bola 5 veces antes de sacar. Está desarrollando la concentración.
  4. d) sentarse en la silla durante 60 segundos entre cambios y centrarse en la respiración. Entrena la relajación.
  5. e) al finalizar el partido dar la mano deportivamente al contrario y salir de la pista solo con una sonrisa. Entrena la deportividad.

 

Como ves se tratan de unos objetivos muy sencillos de alcanzar, de entender y muy adaptados a casi cualquier nivel. Con ellos se resumía tanto aspectos psicológicos del deportista como conductuales de la persona. El trato fue, que el deportista iba a ir a todos los partidos centrado en ellos, y por parte de la familia esos cinco puntos serían principalmente el tema de conversación tras los encuentros. ¿Sencillo que fuera así? No siempre, lo reconozco.

La presión con la que estaba encarando los últimos meses de competición fue desapareciendo y eso le ha permitido rendir muchísimo mejor. Actualmente ha subido su clasificación nacional llegando a estar los 30 mejores de su categoría. Un gran progreso, sobre todo basado en un cambio de enfoque.

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      1. Recuerda “para qué” le apuntaste a hacer deporte.

      Como te decía antes, un padre jamás me ha dicho que para él lo más importante es ganar. Y yo estoy seguro de que es así. Cuando se decide apuntar a un hijo o una hija a aprender un deporte, no estamos pensando en conseguir que sean grandes profesionales y que triunfen. Normalmente lo que buscamos es que aprendan a socializarse, que crean hábitos saludables y que disfruten. Siendo así, no debería haber problemas cuando se juega mal o cuando se pierde de manera inesperada.

      Sin embargo, esto que parece tan sencillo y coherente, se nos olvida ante un mal partido o un mal resultado inesperado. Ahí es cuando más necesitamos recordar las razones verdaderas por las que estamos en el deporte con nuestro hijo.

      1. No critiques al entrenador delante suya.

      Realmente te diría que no le critiques nunca. Si tienes algún problema con el entrenador/a, háblalo directamente. Pero sobre todo no hables mal de su entrenador delante de tu hijo o hija y sin estar él presente. Por un lado, le estás dando a entender que esa conducta es adecuada, y por otro lado estás dejando entrever que hay problemas. Los problemas siempre crean presión y conflicto. Por eso, mi recomendación, es que hables directamente con el profesional sobre aquello que no estás de acuerdo y mantengas al margen al deportista para encontrar soluciones. En caso de que sea tu chico o chica quién se queja del entrenador, lo más adecuado es organizar una reunión a tres bandas. Que aprenda a expresarse claramente sobre aquello que no le gusta de manera directa con la persona implicada. Evidentemente, si es un deportista de poca edad, es muy necesario que también estés tu.

       

      1. Entiende que todos tenemos malos días.

      No me negarás que tienes malos días en tu trabajo, a nivel emocional, conduciendo, cualquiera de las otras tareas que suele realizar en tu vida. Por suerte no eres un ciborg o un robor.  Lo primero que tenemos que entender es que esto nos sucede a todos. Y por supuesto, a tu hijo o hija cuando compite también. En muchísimas ocasiones me encuentro con padres que me dicen que no entienden como puede haber jugado tan buen partido la semana pasada y sin embargo está jugar tan mal. Pues la razón es tan sencilla como la explicación que te daba al principio, no somos máquinas sino personas. Nada tiene que ver en muchas ocasiones ni con la motivación, ni con las ganas, ni con el interés que se le pone. Hay veces que las cosas no salen y tenemos que asumirlo.

       

      1. Encuentra y destaca siempre en que está mejorando tu hijo o hija cuando lo hace mal.

      En esos días en los que todo parece estar saliendo mal, el deportista también está aprendiendo, y mucho. A nivel deportivo, reponerse de un día malo es fundamental porque potencia la resiliencia y capacidad de entrega. A nivel humano, el hecho de seguir intentándolo, aunque el resultado o el rendimiento sea malo, también es muy positivo. Por eso cuando crees que todo está yendo mal, en realidad hay cosas que están yendo muy bien. Encuéntralas y aprende a mostrárselas.

       

      1. Sonríe.

      Si cada vez que estamos viendo competir a nuestro hijo o hija fuésemos conscientes de todo lo positivo que estamos presenciando, no tendríamos más remedio que sonreír y demostrar felicidad. Tener un hijo deportista y que además está capacitado y motivado para competir sea cual sea el nivel, es de agradecer. Como padres, no solo tiene que hacernos sentir orgullosos, si no también felices. Te recomiendo que cuando empiezas a sentir el enfado o la frustración que sé que produce ver a un hijo compitiendo mal, empieces a hacerte consciente de esto último y seas capaz de contrarrestar esa posible energía negativa que le acecha con toda tu energía positiva.

       

      Deja de ser uno más para empezar a sumar.

      Ese tiene que ser tu propósito como padre de deportista. No se me ocurre nada mejor que llegar a sentirte parte activa del progreso y el disfrute deportivo de tu hijo. Por ello te invito a que reflexiones sobre este artículo desarrollado sobre mi experiencia y te animes a tomar medidas que sumen. Tienes muchísimo más poder seguramente del que crees, lo importante es que lo dirijas hacia el lado correcto.

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Miguel A. Rodriguez Ramirez
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